domingo, 8 de marzo de 2009

Abyss


No sé si lo has notado tú también hoy en el coche, de camino a ninguna parte. Cada vez que intentábamos iniciar una conversación, cada frase larga y cada respuesta corta, era muestra de lo que nos cuesta mantenerla.

No sé si lo has sentido, ese frío que recorría el leve espacio que nos separaba cada vez que nos callábamos. Yo sí, lo notaba como una cortina de viento helado que se instauraba entre ambos y nos impedía continuar hablando. Tú con la vista fija al frente; yo con los ojos divagando entre el mar y el cielo, tan absorta que parecía estar contando las gaviotas que no estaban planeando.

¿Cuándo hemos acabado cada uno a ambos lados de un abismo? ¿Cuándo hemos permitido que se abriese a nuestros pies una zanja tan profunda que no soy capaz de ver el fondo?

Tenemos los pies al borde de él, y nos miramos fervientemente. Con cariño, con ternura; con todo el aprecio y el amor que hay entre nosotros desde siempre. Y sin embargo, ninguno de los dos se atreve a saltarlo. ¿Miedo a caer? ¿Dolor? ¿Frustración? ¿Desconfianza? ¿Por qué no eres capaz de venir a mi? ¿Por qué no soy yo capaz de ir hacia ti?

Te miro de reojo a mitad del viaje y pienso. ¿Te has sentido solo todo este tiempo? Cada palabra que he dicho en tu contra, ¿te ha dolido tanto como las que tú usabas para negarme cosas? ¿Te destroza tanto esto como a mi? ¿Sientes que nos estamos separando tanto como yo?

¿Entonces porqué ninguno dice nada?

¿Por qué nos callamos cuando hay tantas cosas que podríamos decirnos para solucionar todo esto?

¿Qué pasará cuando me marche?

¿Seremos capaces de salvar esa distancia y construir un puente para entendernos? ¿O tan sólo seguiremos cada uno a un lado, viendo como se ensancha sin movernos un ápice?

Me duele el pecho al pensar en todo esto. Me siento fría y apagada. Me duelen tus frustraciones; me da miedo preguntarte si eres feliz porque me aterra la respuesta, porque siento que me desharé en un mar de lágrimas, porque significará que la felicidad en la que me he sustentado todo este tiempo era nada.

No dejo de preguntarme qué hacer, qué decir, para solventar todo esto.

Entonces hablas de nuevo, y mi respuesta te hace reír, y eso es como un bálsamo para mi. Saber que sigues siendo capaz de sonreír de verdad es lo único que me deja pensar que quizás todavía hay madera suficiente para fabricar ese puente; me da pie a pensar que quizás algún día podremos arreglarlo y reírnos de todo el tiempo que estuvimos separados, mirándonos sin hacer nada.

Sólo espero que ese día no esté tan lejos como me temo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario